miércoles, 31 de octubre de 2012

La RCC según el Beato Juan Pablo II

Un don del Espíritu Santo: La RCC por su esencia, experiencia y características ha sido definida por la Iglesia como un don del Espíritu para nuestro momento histórico. Un carisma de actualización de la gracia de Pentecostés. ¿Que es un carisma del ES? un don gratuito, sobrenatural, en un momento histórico y concedido para el bien común, para la edificación del Cuerpo de Cristo. En el caso de la RCC, un caso particular, un don del Espíritu Santo que no se inicia con una persona, sino en grupo... y que actualiza (hace actual) la experiencia de Pentecostés. «Gracias al movimiento carismático, muchos cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, han redescubierto Pentecostés como realidad viva y presente en su existencia cotidiana» (JPII-2004)

Invitación Academia Literaria


miércoles, 24 de octubre de 2012

Catequesis sobre la Fe del Papa Benedicto XVI


VATICANO, 24 Oct. 12 / 11:01 am (ACI).- Queridos hermanos y hermanas:
El pasado miércoles, con el comienzo del Año de la Fe, comencé una nueva serie de catequesis sobre la fe. Hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre lo elemental: ¿Qué es la fe? ¿Tiene sentido la fe en un mundo donde la ciencia y la tecnología han abierto nuevos horizontes hasta hace poco impensables? ¿Qué significa creer hoy en día?
En efecto, en nuestro tiempo es necesaria una educación renovada en la fe, que abarque el conocimiento de sus verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero que, en primer lugar, nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarlo, de confiar en Él, de modo que abrace toda nuestra vida.
En la actualidad, junto con tantos signos buenos, crece también en nuestro alrededor un desierto espiritual. A veces, se tiene la sensación –ante ciertos acontecimientos de los que recibimos noticias cada día– de que el mundo no se encamina hacia la construcción de una comunidad más fraterna y pacífica, las mismas ideas de progreso y bienestar muestran también sus sombras.
A pesar de la grandeza de los descubrimientos de la ciencia y de los avances de la tecnología, el hombre de hoy no parece ser verdaderamente más libre, más humano, permanecen todavía muchas formas de explotación, de manipulación, de violencia, de opresión, de injusticia.
Además, un cierto tipo de cultura ha educado a moverse sólo en el horizonte de las cosas, en aquello que es posible, a creer sólo en lo que vemos y tocamos con nuestras manos. Pero por otro lado, aumenta también el número de personas que se sienten desorientadas y que tratan de ir más allá de una visión puramente horizontal de la realidad, que están dispuestas a creer en todo y en aquello que es su contrario.
En este contexto, surgen nuevamente algunas preguntas fundamentales, que son mucho más concretas de lo que parecen ser a primera vista: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Hay futuro para el hombre, para nosotros y para las generaciones futuras? ¿En qué dirección orientar las decisiones de nuestra libertad para lograr un resultado bueno y feliz ¿Qué nos espera más allá de la muerte?
De estas preguntas que no se pueden apagar, emerge cómo es que el mundo de la planificación, del cálculo exacto y de la experimentación, en una palabra, el conocimiento de la ciencia, si bien son importantes para la vida humana, no es suficiente.
Nosotros necesitamos no sólo el pan material, necesitamos amor, sentido y esperanza, un fundamento seguro, un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico, incluso en la crisis, en la oscuridad, en las dificultades y problemas cotidianos. La fe nos dona precisamente esto: en una confiada entrega a un "Tú", que es Dios, que me da una certeza diferente, pero no menos sólida que la que proviene del cálculo exacto o de la ciencia.
La fe no es un mero asentimiento intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios, es un acto con el cual me entrego libremente a un Dios que es Padre y que me ama, es adhesión a un "Tú" que me da esperanza y confianza. Ciertamente, esta unión con Dios no carece de contenido: con ella, sabemos que Dios se ha revelado a nosotros en Cristo, que hizo ver su rostro y se acercó realmente a cada uno de nosotros.
Aún más, Dios ha revelado que su amor al hombre, a cada uno de nosotros no tiene medida: en la Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre nos muestra, de la forma más luminosa, hasta dónde llega este amor, hasta darse a sí mismo hasta el sacrificio total.
Con el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad, para llevarla nuevamente hacia Él, para elevarla hasta que alcance su altura. La fe es creer en este amor de Dios, que nunca falla ante la maldad de los hombres, ante el mal y la muerte, sino que es capaz de transformar todas las formas de esclavitud, brindando la posibilidad de la salvación.
Tener fe, entonces, es encontrar a ese "Tú," a Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible, que no sólo aspira a la eternidad, sino que la da; es entregarme a Dios con la actitud confiada de un niño, que sabe que todas sus dificultades y todos sus problemas están a salvo en el "tú" de la madre.
Y esta posibilidad de la salvación por medio de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres. Creo que deberíamos meditar más a menudo –en nuestra vida cotidiana, caracterizada por problemas y situaciones a veces dramáticas– sobre el hecho de que creer cristianamente implica ese entregarme con confianza al sentido profundo que me sostiene –a mí y al mundo– ese sentido que no somos capaces de darnos nosotros mismos, sino que sólo podemos recibir como don, y que es el cimiento sobre el cual podemos vivir sin miedos.
Y debemos ser capaces de proclamar y anunciar esta certeza liberadora y tranquilizadora de la fe, con palabras y nuestras acciones para mostrarla con nuestra vida como cristianos.
A nuestro alrededor, sin embargo, vemos cada día que muchas personas son indiferentes o se niegan a aceptar este anuncio. Al final del Evangelio de Marcos, hoy tenemos palabras duras del Resucitado que nos dice: "El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará". (Marcos 16:16). Se perderá a sí mismo. Los invito a reflexionar sobre esto.
La confianza en la acción del Espíritu Santo, siempre nos debe empujar a predicar el Evangelio, a dar testimonio valiente de la fe; pero, además de la posibilidad de una respuesta positiva al don de la fe, también existe el riesgo de rechazo del Evangelio, de no querer recibir el encuentro vital con Cristo.
San Agustín ya ponía este problema en un comentario sobre la parábola del sembrador: "Nosotros hablamos –decía– tiramos la semilla, esparcimos la semilla. Hay quienes desprecian, hay los que critican, los que se burlan. Si les tememos, no tenemos nada que sembrar y el día de la cosecha perderemos la cosecha. Así pues, venga la semilla de la buena tierra". (Discursos sobre la disciplina cristiana, 13,14: PL 40, 677-678).
El rechazo, por lo tanto, no nos debe desalentar. Como cristianos, somos testigos de este suelo fértil, nuestra fe, incluso dentro de nuestros límites, demuestra que hay buena tierra, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos abundantes de justicia, paz y amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia de la Iglesia, con todos los problemas, demuestra también que existe la tierra buena, existe la semilla buena que da fruto.
Pero preguntémonos: ¿de dónde saca el hombre aquella apertura de corazón y de la mente para creer en el Dios que se ha hecho visible en Jesucristo, muerto y resucitado, para recibir su salvación, para que Él y su Evangelio sean la guía y la luz de la existencia?
Respuesta: podemos creer en Dios porque Él viene a nosotros y nos toca, porque el Espíritu Santo, don del Señor resucitado, nos hace capaces de acoger el Dios vivo. La fe es, pues, ante todo un don sobrenatural, un don de Dios.
El Concilio Vaticano II afirma, cito: "para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, y son necesarios los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad" (Constitución dogmática. Dei Verbum, 5).
La base de nuestro camino de fe es el bautismo, el sacramento que nos da el Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia: no se cree, sin prevenir la gracia del Espíritu; y no creemos solos, sino junto con los hermanos. A partir del Bautismo cada creyente está llamado a revivir y hacer su propia confesión de fe, junto con sus hermanos.
La fe es un don de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre. El Catecismo de la Iglesia Católica lo dice claramente: "Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre". (n. 154).
Es más, las implica y los exalta, en una apuesta de vida que es como un éxodo, es decir: un salir de sí mismos, de los propias seguridades, de los propios esquemas mentales, para confiarse a la acción de Dios que nos muestra su camino para con seguir la verdadera libertad, nuestra identidad humana, la verdadera alegría de corazón, la paz con todos.
Creer es confiarse libremente y con alegría al plan providencial de Dios en la historia, como lo hizo el patriarca Abraham, como lo hizo María de Nazaret. La fe es, pues, un consentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su "sí" a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este "sí" transforma la vida, le abre el camino hacia una plenitud de sentido, que la hace nueva, rica de alegría y esperanza fiable.
Queridos amigos, nuestro tiempo requiere cristianos que han sido aferrados por Cristo, que crezcan en la fe a través de la familiaridad con las Sagradas Escrituras y los Sacramentos. Personas que sean casi como un libro abierto que narra la experiencia de la vida nueva en el Espíritu, la presencia del Dios que nos sostiene en el camino y nos abre a la vida que no tendrá fin. Gracias.

sábado, 20 de octubre de 2012

Mi Trabajo del Plan de Lectura

Libro: La Sal de la Tierra, Cardenal Joseph Ratzinger

Capitulo I: SU PERSONA
Usted utiliza con bastante frecuencia la palabra “providencia” ¿Qué significa eso exactamente para usted?
-          Yo estoy firmemente convencido de que Dios  nos ve y nos de plena libertad, pero al mismo tiempo nos dirige.

-          Mi opinión: a lo corto de mi vida he sentido esta experiencia,  aunque no era u cristiano practicante sabia que existía Dios y que le me cuidaba, pero en el seminario lo he sentido más  que la Mano de Dios me sostiene y yo diría que lo que me sucede no son coincidencias si no mas bien las llamaría Diocidencias.

¿No le ha fascinado nunca el hecho  de haber llegado a ser influyente?
-          Eso más bien al principio me asustaba, porque, cuando se quiere resaltar algo de si mismo, fácilmente sucede también que entre demasiado de uno mismo en la propia tarea.

-          Mi opinión: en mi caso me pasa que cuando uno esta en los caminos de Dios y mas ahora como seminarista donde tanta gente se le acerca para que los escuchen o los aconsejen , puede cometer un error y es creerse superior a los demás, cuando sabemos que todos somos iguales y que es Dios quien obra en ellos y no nuestras palabras; mas aun hay que poner ala servicio de los demás las gracias y dones que el Señor nos ha regalado, pues como el Evangelio, nos pedirá cuenta de los frutos de los talentos que él nos dio.

¿Qué le parece lo mejor del libro? Refiriéndose al Catecismo de la Iglesia Católica.
-          Creo que sobre todo  la introducción, donde el tema de la fe esta muy bien tratado. Lo mismo sucede con buena parte de la sección de la iglesia y de los sacramentos, y también con la teología de la liturgia y también la parte dedicada  a la oración tiene su propio estilo.

-          Mi opinión: el estudio del catecismo  en este año de propedéutico ha sido muy satisfactorio para nuestro crecimiento y formación espiritual, ya que es un compendio de nuestra fe profesada, vivida, celebrada y orada.

¿Existe algo en su vida que le gustaría no haber hecho?
-          Deshacer algo que haya hecho, creo que no. Pero hacerlo de otra manera creo que si. Porque, en las distintas edades de  la vida, las cosas se ven con otra perspectiva.

-          Mi opinión: estoy totalmente de acuerdo con el Papa, no es que nos tengamos que lamentar de haber hecho algo mal, en mi opinión es la forma o manera de hacerlo lo que deja ver si la acción o acto estuvo mal o bien realizado y es preciso en nuestra madures ir perseverando en las ganancias que podamos sacar de nuestros errores.

Capitulo II: LOS PROBLEMAS DE LA IGLESIA CATÓLICA
Entonces se podría decir que no cree que algún día en la iglesia católica haya sacerdotes casados
-          Actualmente ya  hay sacerdotes casados que proceden de la iglesia anglicana o de otras confesiones cristianas, conversos que se han acercado a nosotros. Es decir son casos excepcionales. Creo lo seguirán siendo en el futuro.

-          Mi  opinión: el Papa nos dice que el problema del celibato es problema de fe, y este a perdido todo el valor que tiene por la mala vivencia de este don en algunos sacerdotes y
Religiosos(as), sabemos por su pensamiento de que no le gustaría ver en un futuro a los sacerdotes casados ni en un futuro, pero yo creo que llegara el día en que esta afirmación se cambie por el problema de tantos sacerdotes y pocas vocaciones a este sagrado don.
¿Y no seria mejor que la Iglesia suprimiera el celibato, para evitar que hubiera tan pocos sacerdotes?
-          No creo que ese argumento sea muy aceptado, la cuestión del número de vocaciones al sacerdocio abarca muchos aspectos.

-          Mi opinión: el Papa aquí nos habla de que hay escases en las vocaciones por que hay disminución en el número de hijos en las familias, sabemos por nuestros abuelos que el número de hijos en esas épocas era bastante, ahora sabemos que el promedio de natalidad es 1,5 hijos por matrimonio. Y hoy en día por la secularización los padres tienen otros sueños para sus hijos. Pero Dios siempre mantendrá a su Iglesia.
La imagen de  la iglesia  en la opinión pública es, por diversas razones, la de una instancia intimidatoria, anquilosada. ¿Por qué la iglesia institucional es tan exigente? Siendo como es pastora del rebaño ¿no debería ser más maternal con respecto a las almas?
-          Cuando habla la iglesia, mucha gente solo conserva en la memoria alguna prohibición moral y, por eso, les parece que la iglesia solo se ocupa de juzgar y de restringir la vida.

-          Mi opinión: los medios de difusión radial y televisiva hoy en día solo captan la atención de cosas malas o fuertes que diga la iglesia católica, pero cuando algo bueno sucede los medios de comunicación ni se aparecen y si lo hacen lo hacen muy cortamente sin darle mayor importancia.

Cuando el sacerdote recita las palabras “bendito los invitados a la cena del Señor”, los deben sentirse malditos.
-          No bebe sentirse excluido por que estas palabras no se refieren a la eucaristía, sino al banquete de bodas celestial en el libro del apocalipsis. Por ello el que no puede acercarse a la comunión no debe sentirse excluido del banquete celestial.

-          Mi opinión: es importante una buena catequesis de la liturgia de la eucaristía, ya que , hay personas que aun no conocen el significado de muchas palabras y gestos, pero el que no puede recibir el cuerpo y la sangre de Cristo esta invitado a reflexionar y romper con lo que no le permite recibir la comunión.

Capitulo III: En los umbrales de una nueva época
¿Que significado tiene la existencia del mal en el mundo en relación entre redención y no redención?
-          Dios no venció el mal en Cristo en el sentido de que este ya no pueda poner a prueba la libertad del hombre; si no que Dios se ha ofrecido a tomarnos de su mano y a guiarnos, pero sin obligarnos.

-          Mi opinión: sabemos que el mal toma poder cuando el hombre en su libertad le habré las puertas y permite que este actué en su vida. Dios nos da las armas para luchar contra el mal, esto bíblicamente lo podemos ver en efesios 6.

¿Con eso quiere decir que Dios tiene poco poder sobre este mundo?
-          En cualquier caso no ha querido ejercer su poder como a nosotros nos hubiera gustado. es evidente que quiere reinar así, esa es la forma divina del poder. Dominar por imposición, con un poder conseguido con la fuerza y la violencia, no es la forma divina de poder.

-          Mi opinión: sabemos que en el antiguo testamento Dios obraba y sigue obrando signos y prodigios de su poder, pues él es Shadday, pero él no quiere que su reino se consiga con violencia y a la fuerza, él quiere instauro el reino a través del amor demostrado en su Hijo Jesucristo que nos redimió en l cruz por Amor.

¿No necesitara la transmisión de la fe otro tono distinto, que suene de distinta forma?
-          Viendo el cansancio que predomina en los cristianos, si, me parece que efectivamente debería sonar de otro modo.

-          Mi opinión: es importante hoy en día hombres que sean capaces de evangelizar como lo decía el Beato Juan Pablo II en Santo Domingo: “nueva es su ardor, en sus métodos y su expresión”, esperemos que este Sínodo de nueva evangelización  nos de las herramientas necesarias tanto a clérigos como a seculares, para emprender el camino de Fe.

¿Y Dios que quiere exactamente de nosotros?
-           Dios quiere que amemos, que seamos imagen y semejanza suya. Como dice San Juan, Él es Amor, y quiere que sus criaturas se asemejen a Él, que escogiendo libremente amar sean como Él, y le pertenezcan, para que así resplandezca su Amor.

-          Mi opinión: he querido terminar este trabajo con esta pregunta, por que en la respuesta que nos da el Papa se sintetiza la exigencia y el trabajo que debemos empeñar para que verdaderamente seamos “La Sal de la Tierra”.

domingo, 7 de octubre de 2012

Año de la FE


El Año de la Fe, proclamado por el Papa Benedicto XVI, comenzará el 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo.
Al anunciar el Año de la Fe, el Papa dijo que este tiempo busca "dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente". Benedicto XVI convocó al Año de la Fe con la Carta apostólica Porta fidei del 11 de octubre de 2011.